domingo, 30 de septiembre de 2012

El Yogur

El yogur es un alimento conocido y apreciado desde épocas lejanas. Actualmente, goza de gran aceptación, ya que se adapta a los hábitos alimentarios modernos y contribuye a cuidar nuestro cuerpo a través de una dieta sana

Los orígenes del yogur son remotos e inciertos aunque estén vinculados a la necesidad que tuvieron los hombres de conservar la leche. Algunos han tratado de atribuirle una paternidad legendaria y defienden que fue el patriarca Noé quien elaboró por primera vez yogur con la abundante leche que le suministraban los animales que tenía instalados en su Arca. Más allá de la leyenda, se puede atribuir su "descubrimiento" a los pueblos nómadas que guardaban la leche en unas bolsas de cuero que transportaban en la grupa de sus camellos. Después de varias horas de viaje se obraba la transformación: el cuerpo del animal cedía calor a las bolsas de cuero que contenían la leche, de modo que las bacterias ácidas de ésta se multiplicaban y la leche se convertía en yogur.

En la Antigüedad, diversas referencias históricas demuestran que ya se consumía yogur en Oriente Medio, en los desiertos de Turquía, en el sur de Europa, en el Sáhara, en las lejanas estepas de Asia y en la India. Los egipcios lo apreciaron en tal medida que lo consideraron un manjar digno de la mesa de los faraones y difundieron su consumo, junto con los fenicios, por la cuenca del Mediterráneo. Posteriormente, en el S.XVII, el asentamiento de las tribus de jinetes búlgaros en los Balcanes ayudó a la expansió del yogur por esta zona, en la que desde entonces fue un importante componente de la dieta de sus habitantes.

Pronto se advirtieron y apreciaron las saludables propiedades del yogur, de modo que empezó a utilizarse también con fines terapéuticos. Los pueblos nómadas lo bebían para inmunizarse contra las bacterias contenidas en las aguas de los pozos y cisternas. Los padres de la medicina occidental destacaron sus cualidades: el célebre médico griego Galeno, que vivió en el siglo II de nuestra era, remarcó su "efecto benedicioso y purificador del exceso de bilis y en los problemas del estómago" y aconsejó el consumo del yogur frente al de la leche de vaca, que según él tenía una "propiedad ardiente". Transcurridos seis siglos, doctos médicos de Grecia, Arabia, Persia, Siria y la India aún elogiaban sus virtudes como calmante y regulador del aparato digestivo. En este último país, los hindúes designaron el yogur como " el alimento de los dioses" y en sus textos sagrados, los Vedas, se recomendaba su consumo como desintoxicante del organismo y por sus propiedades calmantes. Los franceses lo consideraron " la leche de la vida eterna", no en vano curó al rey Francisco I de una enfermedad desconocida. Por último, según relató en su libro de viajes el veneciano Marco Polo, los mongoles atribuían su longevidad y virilidad al Kumis, un tipo de yogur ligeramente alcohólico al que eran muy aficionados.

Pese a su antiguo prestigio terapéutico y gastronómico, el consumo de yogur no se consolidó hasta el siglo XX y para su generalización fue fundamental la producción industrial, en cuyas bases intervino el célebre biólogo ruso Metchnikov, premio Nobel de Medicina en 1908. Gran entusiasta del yogur, Metchnikov lo elevó a l categoría de panacea al afirmar que se podría alcanzar la edad de 150 años si se ingerían cantidades considerables de este producto derivado de longevidad, lo cierto es que las investigaciones de Metchnikov permitieron aislar los bacilos productores del yogur, que hicieron posible la elaboración industrial del mismo. La tecnología, cada vez más avanzada, ha permitido mejorar notablemente la elaboración, conservación y difusión del yogur en todo el mundo.



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